jueves, 24 de febrero de 2011

Pura Vida: Los pioneros de la cópula


Los pioneros de la cópula

La Verdadera Revolución Sexual es el título de uno de los artículos centrales que figura en la revista Scientific American publicada en enero de 2011. Texto que alude a investigaciones recientes en Australia que encontraron que los placodermos, peces prehistóricos que vivieron hace trescientos setenta y cinco millones de años, fueron los pioneros de la cópula. Para afirmar semejante cosa, un grupo de paleontólogos se basó en el descubrimiento de fósiles de hembras embarazadas con hasta tres embriones al mismo tiempo, con sus cordones umbilicales y sacos vitelinos independientes, así como de machos dotados de mandíbulas arcaicas que no les servía para masticar sino para fijarse al dorso de ellas durante el coito.

Aun cuando la reproducción sexual ya existía en la naturaleza, por ejemplo en algunas plantas, estos son los primeros animales conocidos que utilizaron el apareamiento para fecundar produciendo crías que se desarrollaban en el interior del cuerpo de la madre hasta que nacían vivos. Precisión que no es baladí, ni mucho menos un insulto a la inteligencia del lector, lo que sucede es que este esquema de la reproducción sexual animal llama la atención sobre la complejidad de este asunto, que a primera vista parece tan básico y elemental.

Entonces, como decía, los placodermos son un familia de especies extinguidas, que vivieron durante el periodo devoniano y fueron tan exitosos que dominaron los mares durante setenta millones de años. Es por ello que son los precursores de todos los vertebrados. A través de mutaciones genéticas espontáneas y al azar de ellos se derivaron incontables especies: tanto los linajes que originaron al grupo de los tiburones, como los que dieron lugar a los peces modernos con esqueletos y mandíbulas, que luego las emplearon para masticar, y una gran proporción de ellos conservó el recurso de la cópula; a su vez, de estas especies posteriormente evolucionaron los cuadrúpedos terrestres, incluyendo a los dinosaurios y los mamíferos, para los que la fecundación entre el cuerpo de la hembra fue decisiva a la hora de reproducirse en tierra firme, hasta que por fin, hace apenas unos ciento sesenta mil años surgió el ser humano.

Y este viaje biológico increible se ha documentado a partir de innumerables fósiles y genes. Como sucede en el caso del gen Hoxd13 que se activa en las regiones donde se forman las aletas pélvicas y pectorales de los embriones de peces modernos con esqueletos; pero también este mismo gen tutela el desarrollo de las cuatro extremidades y el genital de los mamíferos, incluyendo al hombre. Entonces esta evidencia bioquímica indica que provenimos del mismo origen evolutivo, que los placodermos son nuestro ancestro más arcaico, al menos hasta donde se sabe en la actualidad.

Además este hallazgo supone que la cópula es mucho más antigua de lo que se pensaba. Apareció sobre la Tierra veinticinco millones de años antes de lo que se había estimado, pues hasta estos descubrimientos se creía que los pioneros de la cópula fueron los tiburones y su grupo, aun cuando era una hipótesis frágil por la dificultad de vincular su biología a la de la mayoría de los vertebrados.

Pero así es el método científico. Estas correcciones suelen suceder en el mundo de la ciencia, a donde todos saben que el conocimiento siempre es parcial, temporal y relativo. Así que este es otro ajuste al saber debido a que la paleontología es una disciplina creciente y vigorosa.

Por otro lado, esta historia de éxito de la selección natural se relaciona con ventajas que debió traer la cópula en esa época. Los paleontólogos conjeturan que ofreció, verbigracia, la posibilidad de que las madres cuidaran mejor a las crías de mayor tamaño, complejidad y desarrollo, aumentando la probabilidad de su supervivencia y posterior reproducción, por supuesto. Hasta el punto que resultó ser una estrategia muy valiosa, incluso por encima de otros métodos reproductivos que producían cantidades ingentes de crías, pero que por otra parte no generaron tanta variedad de especies. En cambio el advenimiento del coito marcó un hito en la evolución de la vida, y con esta estrategia para procrear coincidió un aumento exponencial en la aparición de especies nuevas. Por eso se considera esta la verdadera revolución sexual, y no tanto la liberación femenina de la década de 1960 que transformó la ética de la intimidad humana, al menos en los países de tradición judeocristiana, a la vez que inició la búsqueda de la igualdad entre los géneros.

Pero esta versión de la historia de la cópula no es un relato acabado. Muchas preguntas quedan por resolverse. Hoy se piensa que seguramente existieron precursores de los placodermos, tan solo que aún no se han encontrado. Y otro campo fascinante de investigación que se abre es el estudio del desarrollo evolutivo de la fisiología neurológica, por así decirlo, de los instintos, en todo caso, de las transformaciones del sistema nervioso que llevaron a estas especies primitivas a acercarse unos a otros, a copular y a proteger a sus crías, a todas luces conductas sofisticadas y novedosas en ese momento.

Temas que en todo caso hacen pensar que las raíces de la perentoriedad del impulso de la maternidad y de lo despiadado del amor sexual seguramente se encuentran en las luchas por la supervivencia que se libraron en los mares primigenios del período devoniano hace trescientos setenta y cinco millones de años. Mucho antes de que el ser humano apareciera, que aun cuando muy inteligente y razonable, no logra eludir su biología. Antes que civilizado, el hombre es mamífero.

Por Santiago Barrios

Publicado 02/24/2011

Los pioneros de la cópula

Los pioneros de la cópula

La Verdadera Revolución Sexual es el título de uno de los artículos centrales que figura en la revista Scientific American publicada en enero de 2011. Texto que alude a investigaciones recientes en Australia que encontraron que los placodermos, peces prehistóricos que vivieron hace trescientos setenta y cinco millones de años, fueron los pioneros de la cópula. Para afirmar semejante cosa, un grupo de paleontólogos se basó en el descubrimiento de fósiles de hembras embarazadas con hasta tres embriones al mismo tiempo, con sus cordones umbilicales y sacos vitelinos independientes, así como de machos dotados de mandíbulas arcaicas que no les servía para masticar sino para fijarse al dorso de ellas durante el coito.

Aun cuando la reproducción sexual ya existía en la naturaleza, por ejemplo en algunas plantas, estos son los primeros animales conocidos que utilizaron el apareamiento para fecundar produciendo crías que se desarrollaban en el interior del cuerpo de la madre hasta que nacían vivos. Precisión que no es baladí, ni mucho menos un insulto a la inteligencia del lector, lo que sucede es que este esquema de la reproducción sexual animal llama la atención sobre la complejidad de este asunto, que a primera vista parece tan básico y elemental.

Entonces, como decía, los placodermos son un familia de especies extinguidas, que vivieron durante el periodo devoniano y fueron tan exitosos que dominaron los mares durante setenta millones de años. Es por ello que son los precursores de todos los vertebrados. A través de mutaciones genéticas espontáneas y al azar de ellos se derivaron incontables especies: tanto los linajes que originaron al grupo de los tiburones, como los que dieron lugar a los peces modernos con esqueletos y mandíbulas, que luego las emplearon para masticar, y una gran proporción de ellos conservó el recurso de la cópula; a su vez, de estas especies posteriormente evolucionaron los cuadrúpedos terrestres, incluyendo a los dinosaurios y los mamíferos, para los que la fecundación entre el cuerpo de la hembra fue decisiva a la hora de reproducirse en tierra firme, hasta que por fin, hace apenas unos ciento sesenta mil años surgió el ser humano.

Y este viaje biológico increible se ha documentado a partir de innumerables fósiles y genes. Como sucede en el caso del gen Hoxd13 que se activa en las regiones donde se forman las aletas pélvicas y pectorales de los embriones de peces modernos con esqueletos; pero también este mismo gen tutela el desarrollo de las cuatro extremidades y el genital de los mamíferos, incluyendo al hombre. Entonces esta evidencia bioquímica indica que provenimos del mismo origen evolutivo, que los placodermos son nuestro ancestro más arcaico, al menos hasta donde se sabe en la actualidad.

Además este hallazgo supone que la cópula es mucho más antigua de lo que se pensaba. Apareció sobre la Tierra veinticinco millones de años antes de lo que se había estimado, pues hasta estos descubrimientos se creía que los pioneros de la cópula fueron los tiburones y su grupo, aun cuando era una hipótesis frágil por la dificultad de vincular su biología a la de la mayoría de los vertebrados.

Pero así es el método científico. Estas correcciones suelen suceder en el mundo de la ciencia, a donde todos saben que el conocimiento siempre es parcial, temporal y relativo. Así que este es otro ajuste al saber debido a que la paleontología es una disciplina creciente y vigorosa.

Por otro lado, esta historia de éxito de la selección natural se relaciona con ventajas que debió traer la cópula en esa época. Los paleontólogos conjeturan que ofreció, verbigracia, la posibilidad de que las madres cuidaran mejor a las crías de mayor tamaño, complejidad y desarrollo, aumentando la probabilidad de su supervivencia y posterior reproducción, por supuesto. Hasta el punto que resultó ser una estrategia muy valiosa, incluso por encima de otros métodos reproductivos que producían cantidades ingentes de crías, pero que por otra parte no generaron tanta variedad de especies. En cambio el advenimiento del coito marcó un hito en la evolución de la vida, y con esta estrategia para procrear coincidió un aumento exponencial en la aparición de especies nuevas. Por eso se considera esta la verdadera revolución sexual, y no tanto la liberación femenina de la década de 1960 que transformó la ética de la intimidad humana, al menos en los países de tradición judeocristiana, a la vez que inició la búsqueda de la igualdad entre los géneros.

Pero esta versión de la historia de la cópula no es un relato acabado. Muchas preguntas quedan por resolverse. Hoy se piensa que seguramente existieron precursores de los placodermos, tan solo que aún no se han encontrado. Y otro campo fascinante de investigación que se abre es el estudio del desarrollo evolutivo de la fisiología neurológica, por así decirlo, de los instintos, en todo caso, de las transformaciones del sistema nervioso que llevaron a estas especies primitivas a acercarse unos a otros, a copular y a proteger a sus crías, a todas luces conductas sofisticadas y novedosas en ese momento.

Temas que en todo caso hacen pensar que las raíces de la perentoriedad del impulso de la maternidad y de lo despiadado del amor sexual seguramente se encuentran en las luchas por la supervivencia que se libraron en los mares primigenios del período devoniano hace trescientos setenta y cinco millones de años. Mucho antes de que el ser humano apareciera, que aun cuando muy inteligente y razonable, no logra eludir su biología. Antes que civilizado, el hombre es mamífero.

Por Santiago Barrios

Publicado 02/24/2011